Me hace gracia ver como todos los años por estas fechas, nuestra profesión se hace universal, y todos nos convertimos en decoradores e interioristas por unos días.
Los ayuntamientos decoran sus calles, plazas y jardines de pueblos y ciudades, se decoran los escaparates e interiores de tiendas, bares y restaurantes, y las familias decoran las puertas, salones y mesas de sus casas.
Aunque el resultado a veces sea espectacular y muchas otras veces no lo sea tanto, parece que todas las luces, árboles de navidad, bolas de colores y belenes son el hilo conductor de inmensas cantidades de ilusión. Y también, de buenos propósitos que al menos una vez al año hace que todos miremos en una sola dirección, la del amor y la concordia. Aunque sólo dure unos días, bienvenido sea, y ojalá pudiéramos prolongarlo un poco más en el tiempo, que mejor nos iría.
Aprovecho para mostraros una decoración navideña que hice hace algunos años, proyecto Escaparatour, en una tienda en el barrio de Salamanca en Madrid. Se tituló «Un regalo para ti», y presentamos una cocina como si fuera un gran regalo de Navidad, decorada con guirnaldas de hojas naturales plateadas y rematada con una gran lazada dorada.